Emilio Rosenblueth fue un personaje singular. Yo lo considero como mi segundo abuelo. Mi abuela la pintora Luz Fabila Montes de Oca se enroló en un romance de más de 7 años y que concluye con la muerte de Emilio en enero de 1945. Ellos dos formaron un atelier en donde tarde tras tarde degustaron de los placeres del arte. Por ello tanto la obra de Emilio como la de Luz están entrelazadas en temática, trazo, técnica y color.
A Emilio Rosenblueth podríamos definirlo como un gran patriarca que durante toda su vida vio y vivió para su familia. A muy temprana edad entró a trabajar y se encargó de sacar adelante a sus hermanos. Sus orígenes son judíos; sin embargo podemos presumir que bien saltó al catolicismo en la pintura por creencia o simplemente por formación estética.
Diego Rivera se refiere a él como un personaje amable pero aficionado a la pintura. Yo iría más allá. Diego tenía muchas diferencias con muchos de los pintores que no acotaban su temática o creencia y así fue como para 1942, apenas iniciado en la pintura, Emilio deja boquiabierto a Diego pues para ese año ya expone en las dos Galerías de Arte más importantes del arte latinoamericano: Galería GAM de Inés Amor y Galería María Asúnsolo. Paradójicamente solo tenemos referencias a él por su obra, por el listado publicado en la GAM y prensa de la época, pero principalmente por la memoria narrativa de mi abuela Mamalí quien se encargó de mantener viva la imagen de Emilio.
Con esta publicación iniciamos un camino de investigación dentro de la iconografía y obra de este magnífico pintor mexicano.
Adolfo Cantú
Colección de Arte Cantú Y de Teresa
http://cydtmuseum.blogspot.com/
A la memoria de EMI (Emilio ROSENBLUETH STEARNS) (1896-1945) y MAMALI
( Luz Fabila Montes de Oca ) (1905-1984)
http://luzfabila.blogspot.com/
domingo, 12 de julio de 2009
domingo, 5 de julio de 2009
Un descubrimiento
Un descubrimiento
(traducción de notas inéditas del pintor, de mediados de 1941)
Hace unos cinco años mi hermano le dio a mi hijo un obsequio de navidad que me inició en mi carrera artística: un pequeño estuche para pintar al óleo. Me hijo quiso saber cómo usar su regalo –paleta, pinceles, bastidores para tela y esos tubos de pintura pegajosa. Nos embarcamos entusiastas. Verán ustedes: en 1915 había yo recibido lecciones, las lecciones usuales y erróneas: copiar de reproducciones, de diversos objetos, de la naturaleza; copiar siempre y eso no me divertía. Era yo joven; pronto me desencanté y abandoné las lecciones por completo. Pero esta vez, habiendo transcurrido 21 años, me hallé absorto con un nuevo y fascinante interés. Mi hijo tenía sus manos ocupadas en otras actividades. Mis primeros e infructuosos intentos me impulsaron a buscar el consejo de conocedores. Se trató de una larga serie de experiencias; sin embargo, ninguna satisfizo mi necesidad de ser guiado en el camino hacia la autoexpresión pictórica. Al fin llegó Carlos Orozco Romero. El maestro fue generoso sin reservas, amistoso, paciente al tiempo que su alumno se interesaba con sinceridad, dispuesto a trabajar y ensayar de nueva cuenta. En mayo pasado logré hacer mi primera exposición; y fue esta un éxito estimulante.
Lo que quiero comunicarles es mi gran descubrimiento: ¡Todo ser humano, sea hombre, mujer o niño, es un artista en potencia! Tú puedes dibujar y pintar, expresarte artísticamente y, al hacerlo, disfrutar de una nueva y maravillosa experiencia.
Sí, todos hemos nacido dibujantes, pintores. Veamos a los niños. Todos disfrutan de dibujar. No he hallado uno que no muestre verdadera vocación, y mucho más notoriamente que un adulto. Cuando me di cuenta de que así es me sorprendió. He aquí una capacidad potencial heredada, común a toda la humanidad, claramente manifiesta desde la infancia y que, no obstante, perdemos u olvidamos en el trascurso de los años. ¿Por qué?
Los más antiguos vestigios históricos muestran que todos los pueblos primitivos dibujaban y pintaban y que sus obras rebosaban belleza y expresividad. Cada hallazgo arqueológico nos lo confirma en abundancia. Sin embargo, conforme los pueblos maduran hasta alcanzar la civilización de hoy, la raza parece perder u olvidar. No me refiero a los artistas profesionales; ellos son las excepciones.
No aventuraré dar fundamento científico a mi credo. El niño, por ejemplo, pronto se percata de que en este mundo rigen conjuntos de reglas: No esto y No aquello. Sus dibujos primerizos, libres, juguetones se juzgan como si pretendieran ser copias fotográficas de los objetos que representan, y se los encuentra defectuosos. Se le dice que copie fielmente: una actitud servil en vez de sincera; y esto no es divertido, así que pronto el niño lo abandona totalmente.
Pero no: la capacidad potencial no se pierde ni se olvida. Siempre late en uno, escondida tal vez tras los cientos de las impresiones cotidianas. Piensa, tan sólo imagina qué maravillosa experiencia sería redescubrirla y cabalmente gozarla.
Mas, preguntarán ustedes, ¿acaso has sometido a prueba tu credo y demostrado su veracidad? ¡Ah, sí! Una y otra vez. Les mencionaré un solo ejemplo. Se trata de un contador. Ahora bien, tradicionalmente miramos a los de esta profesión como carentes de inclinación y aptitudes artísticas. Lidian con cifras, debes y haberes y otros entes horrendos. Pues sucede que este contador está, en muy breve lapso, sorprendiendo a sus amigos con varios dibujos excelentes.
Bueno, y a todo esto ¿qué es el arte? Se han propuesto multitud de definiciones. Tomemos una, casi al azar, una muy breve y fácil de comprender: UNA EXPRESION (1) RITMICA (2) DE SENTIMIENTO (3). Expresión en el sentido de manifestación externa, brote de lo que hay dentro de uno (como de los árboles que brotan las hojas nuevas en el poema de Oscar Wilde); rítmica significa ordenada, y sentimiento se refiere no únicamente a sentimientos como los de tristeza o alegría, ira o nostalgia; hay otros, como el sentimiento de disfrutar lo bello. ¿Lo bello de la naturaleza? Sí, y la belleza de una línea, una forma, un color. Grita el salvaje y salta de júbilo porque acaba de matar una bestia. Expresa así un sentimiento, aunque de manera caótica, desordenada. Poco a poco su alarido se muta en notas, notas musicales que aprende a cantar con claridad, en un patrón de intervalos de tiempo, quizá acompañándose de un tambor hechizo. Gradualmente su cuerpo adquiere movimientos que armonizan con ese ritmo, y entonces comienza a gozar del acto, del deseo por expresar su alegría original. Ahora el placer proviene de las notas y de la danza misma; y aprenden sus compañeros a compartir su desempeño.
Y así también con el dibujo y la pintura. Difieren los elementos, y nada más. En lugar de notas musicales y movimientos rítmicos tenemos líneas, superficies, formas, volúmenes, espacio, color. Veamos una línea, por ejemplo. Pudo haberse utilizado en una caverna para representar un animal. Al inicio el animal era el objeto o propósito del dibujo. El estilo nacía del sentimiento que su autor deseaba expresar: rapidez, fuerza, gracia. En corto tiempo, empero, el dibujante aprendió que diversos trazos comunican expresiones diversas: líneas gruesas y pesadas, bruscas y nerviosas unas, y finas y sensitivas otras, o bien tajantes y asertivas, difusas, vacilantes, rugosas, rudas, elegantes, de toda clase. Aprende además que el carácter de sus trazos es distinto de los que tienen los trazos de otros dibujantes. Es entonces cuanto comienza a disfrutar de las líneas. Sus ojos las buscan y detectan, en la cima de las serranías con el cielo por fondo, en los troncos de árboles con fondo de follaje. Entonces trazará líneas, líneas hermosas, sin más que una relación secundaria con los objetos representados. Expresará su gozo por la belleza de la línea. Lo mismo vale en cuanto a superficies: unas serán planas, otras curvadas; éstas lisas, aquéllas rugosas. Se interesará en las texturas. Y en la forma: llegará a deleitarse en formas puramente geométricas, y eso por su belleza intrínseca. El volumen le sugerirá posibilidades sin fin: masas de nubes, o rocas o meras frutas. Cuerpos que son blandos o vagos así como otros que son pesantes, sustanciales… El paisaje sugerirá perspectiva y el deleite del espacio. Finalmente descubrirá el color. ¡El color, que constituye en sí mismo un universo!
De esta manera nuestro artista llegará a sentir que toda línea, toda forma, todo color es bello en sí, preñado con posibilidades de belleza. Llegará a sentir que él tiene el privilegio de seleccionar y combinar estos elementos, sus trazos predilectos, formas, colores en armonías o contrastes, oponiendo los más fríos, cortantes y duros elementos a los más amables, suaves, cálidos; contrastando incluso realidades y sueños, o apareando los elementos más afines para que cada uno vibre con mayor y más puro significado.
Mas de nuevo preguntará cada uno de los presentes, ¿Bueno, y yo? ¡Digamos que intentas! Imagínate que vivimos hace milenios… Por ahora olvida quién eres, olvida lo que has visto que otros hacen. Supón que estás descansando, que no tienes nada que hacer, te sientes estupendamente, encuentras disfrutable la vida. Quizá estás junto a un arroyo. Tomas un poco de arcilla, juegas con ella, la moldeas en tus manos hasta convertirla en una bola redonda. (Bueno, lo que en realidad haces es tomar un lápiz, un borrador y una hoja de papel blanco: tu lápiz está bien afilado; tomándolo muy ligeramente, dibujas un círculo y lo repasas una y muchas veces, como si moldearas con tus manos la bola de arcilla.) A lo mejor ves pasar a una persona. Observas la cabeza. Te parece redonda, casi como una bola redonda de arcilla. Ahora comienzas a moldear la bola dándole forma de cabeza, tal vez una cabeza más bien redonda, humorística o arrogante, de acuerdo con tu estado de ánimo. Poco a poco empiezan casi a formarse solos sus rasgos. (Y así, con tu lápiz, siempre suavemente, tu masa redonda comienza a adquirir forma. En su expresión más sencilla una cabeza es hasta cierto grado esférica; y al agregar un poco aquí, borrar ligeramente allá, los rasgos van insinuándose.) Notarás que hasta aquí hemos establecido lo fundamental de la actitud, actitud desinteresada, casi como la del niño que juega. Ninguna conciencia de tu propio yo: al olvidarte de ti mismo te hallarás a ti mismo. Ahora estudia lo que has dibujado; cambia, busca en qué sitios la cabeza, hasta donde ha progresado, una mera sugerencia de masa, necesita que se acentúe esta prominencia o que se rebaje aquella, y así sucesivamente, respondiendo siempre a lo que verdaderamente sientas. A continuación borra suavemente casi todo, dejando apenas los trazos más tenues de los contornos que al final decidiste. Tu lápiz pedirá que lo reafiles… Su aguda punta, cuando lo sostengas muy, muy delicadamente, será la punta de tus propios nervios; lo sentirás, casi lo oirás rascar el grano del papel conforme repasas los contornos, sintiéndolo todo el tiempo, enfatizando aquí, trazando más suavemente en otro sitio. Delinea el cabello con el peinado más sencillo que te imagines. No te preocupes de la expresión de los ojos; bástete señalarlos más altos o más bajos según te diga tu subconsciencia. Y continúa: nariz, boca, orejas, cuello… Sí, terminaste tu primer dibujo. Tú, que no sabías que podías hacerlo. Pronto ensayarás de nuevo, leyendo artículos y libros sobre temas como el dibujo, la pintura y la historia del arte. Un día posiblemente encuentres a alguien que te anime y te guíe. Y en todo el proceso te sentirás más feliz y tu vida se habrá enriquecido.
Toda línea, toda forma, todo color es en sí bello, lleno de posibilidades potenciales para crear belleza. Son la selección y la composición de estos elementos lo que puede producir algo que es bello o algo que no lo es. “Todas las cosas en sí son buenas”, le oí decir a Don Antonio Caso en una conferencia. Es en el uso que hacemos de las cosas, la selección, la manera de combinarlas… Y lo mismo con nuestros semejantes. El artista que habita en ti aprenderá a seleccionar y arreglar… a crear armonías y contrastes que harán de tu vida una vida bella; una vida más bella cada día, conforme aprendas ese otro arte, el arte sublime de vivir tu vida.
(traducción de notas inéditas del pintor, de mediados de 1941)
Hace unos cinco años mi hermano le dio a mi hijo un obsequio de navidad que me inició en mi carrera artística: un pequeño estuche para pintar al óleo. Me hijo quiso saber cómo usar su regalo –paleta, pinceles, bastidores para tela y esos tubos de pintura pegajosa. Nos embarcamos entusiastas. Verán ustedes: en 1915 había yo recibido lecciones, las lecciones usuales y erróneas: copiar de reproducciones, de diversos objetos, de la naturaleza; copiar siempre y eso no me divertía. Era yo joven; pronto me desencanté y abandoné las lecciones por completo. Pero esta vez, habiendo transcurrido 21 años, me hallé absorto con un nuevo y fascinante interés. Mi hijo tenía sus manos ocupadas en otras actividades. Mis primeros e infructuosos intentos me impulsaron a buscar el consejo de conocedores. Se trató de una larga serie de experiencias; sin embargo, ninguna satisfizo mi necesidad de ser guiado en el camino hacia la autoexpresión pictórica. Al fin llegó Carlos Orozco Romero. El maestro fue generoso sin reservas, amistoso, paciente al tiempo que su alumno se interesaba con sinceridad, dispuesto a trabajar y ensayar de nueva cuenta. En mayo pasado logré hacer mi primera exposición; y fue esta un éxito estimulante.
Lo que quiero comunicarles es mi gran descubrimiento: ¡Todo ser humano, sea hombre, mujer o niño, es un artista en potencia! Tú puedes dibujar y pintar, expresarte artísticamente y, al hacerlo, disfrutar de una nueva y maravillosa experiencia.
Sí, todos hemos nacido dibujantes, pintores. Veamos a los niños. Todos disfrutan de dibujar. No he hallado uno que no muestre verdadera vocación, y mucho más notoriamente que un adulto. Cuando me di cuenta de que así es me sorprendió. He aquí una capacidad potencial heredada, común a toda la humanidad, claramente manifiesta desde la infancia y que, no obstante, perdemos u olvidamos en el trascurso de los años. ¿Por qué?
Los más antiguos vestigios históricos muestran que todos los pueblos primitivos dibujaban y pintaban y que sus obras rebosaban belleza y expresividad. Cada hallazgo arqueológico nos lo confirma en abundancia. Sin embargo, conforme los pueblos maduran hasta alcanzar la civilización de hoy, la raza parece perder u olvidar. No me refiero a los artistas profesionales; ellos son las excepciones.
No aventuraré dar fundamento científico a mi credo. El niño, por ejemplo, pronto se percata de que en este mundo rigen conjuntos de reglas: No esto y No aquello. Sus dibujos primerizos, libres, juguetones se juzgan como si pretendieran ser copias fotográficas de los objetos que representan, y se los encuentra defectuosos. Se le dice que copie fielmente: una actitud servil en vez de sincera; y esto no es divertido, así que pronto el niño lo abandona totalmente.
Pero no: la capacidad potencial no se pierde ni se olvida. Siempre late en uno, escondida tal vez tras los cientos de las impresiones cotidianas. Piensa, tan sólo imagina qué maravillosa experiencia sería redescubrirla y cabalmente gozarla.
Mas, preguntarán ustedes, ¿acaso has sometido a prueba tu credo y demostrado su veracidad? ¡Ah, sí! Una y otra vez. Les mencionaré un solo ejemplo. Se trata de un contador. Ahora bien, tradicionalmente miramos a los de esta profesión como carentes de inclinación y aptitudes artísticas. Lidian con cifras, debes y haberes y otros entes horrendos. Pues sucede que este contador está, en muy breve lapso, sorprendiendo a sus amigos con varios dibujos excelentes.
Bueno, y a todo esto ¿qué es el arte? Se han propuesto multitud de definiciones. Tomemos una, casi al azar, una muy breve y fácil de comprender: UNA EXPRESION (1) RITMICA (2) DE SENTIMIENTO (3). Expresión en el sentido de manifestación externa, brote de lo que hay dentro de uno (como de los árboles que brotan las hojas nuevas en el poema de Oscar Wilde); rítmica significa ordenada, y sentimiento se refiere no únicamente a sentimientos como los de tristeza o alegría, ira o nostalgia; hay otros, como el sentimiento de disfrutar lo bello. ¿Lo bello de la naturaleza? Sí, y la belleza de una línea, una forma, un color. Grita el salvaje y salta de júbilo porque acaba de matar una bestia. Expresa así un sentimiento, aunque de manera caótica, desordenada. Poco a poco su alarido se muta en notas, notas musicales que aprende a cantar con claridad, en un patrón de intervalos de tiempo, quizá acompañándose de un tambor hechizo. Gradualmente su cuerpo adquiere movimientos que armonizan con ese ritmo, y entonces comienza a gozar del acto, del deseo por expresar su alegría original. Ahora el placer proviene de las notas y de la danza misma; y aprenden sus compañeros a compartir su desempeño.
Y así también con el dibujo y la pintura. Difieren los elementos, y nada más. En lugar de notas musicales y movimientos rítmicos tenemos líneas, superficies, formas, volúmenes, espacio, color. Veamos una línea, por ejemplo. Pudo haberse utilizado en una caverna para representar un animal. Al inicio el animal era el objeto o propósito del dibujo. El estilo nacía del sentimiento que su autor deseaba expresar: rapidez, fuerza, gracia. En corto tiempo, empero, el dibujante aprendió que diversos trazos comunican expresiones diversas: líneas gruesas y pesadas, bruscas y nerviosas unas, y finas y sensitivas otras, o bien tajantes y asertivas, difusas, vacilantes, rugosas, rudas, elegantes, de toda clase. Aprende además que el carácter de sus trazos es distinto de los que tienen los trazos de otros dibujantes. Es entonces cuanto comienza a disfrutar de las líneas. Sus ojos las buscan y detectan, en la cima de las serranías con el cielo por fondo, en los troncos de árboles con fondo de follaje. Entonces trazará líneas, líneas hermosas, sin más que una relación secundaria con los objetos representados. Expresará su gozo por la belleza de la línea. Lo mismo vale en cuanto a superficies: unas serán planas, otras curvadas; éstas lisas, aquéllas rugosas. Se interesará en las texturas. Y en la forma: llegará a deleitarse en formas puramente geométricas, y eso por su belleza intrínseca. El volumen le sugerirá posibilidades sin fin: masas de nubes, o rocas o meras frutas. Cuerpos que son blandos o vagos así como otros que son pesantes, sustanciales… El paisaje sugerirá perspectiva y el deleite del espacio. Finalmente descubrirá el color. ¡El color, que constituye en sí mismo un universo!
De esta manera nuestro artista llegará a sentir que toda línea, toda forma, todo color es bello en sí, preñado con posibilidades de belleza. Llegará a sentir que él tiene el privilegio de seleccionar y combinar estos elementos, sus trazos predilectos, formas, colores en armonías o contrastes, oponiendo los más fríos, cortantes y duros elementos a los más amables, suaves, cálidos; contrastando incluso realidades y sueños, o apareando los elementos más afines para que cada uno vibre con mayor y más puro significado.
Mas de nuevo preguntará cada uno de los presentes, ¿Bueno, y yo? ¡Digamos que intentas! Imagínate que vivimos hace milenios… Por ahora olvida quién eres, olvida lo que has visto que otros hacen. Supón que estás descansando, que no tienes nada que hacer, te sientes estupendamente, encuentras disfrutable la vida. Quizá estás junto a un arroyo. Tomas un poco de arcilla, juegas con ella, la moldeas en tus manos hasta convertirla en una bola redonda. (Bueno, lo que en realidad haces es tomar un lápiz, un borrador y una hoja de papel blanco: tu lápiz está bien afilado; tomándolo muy ligeramente, dibujas un círculo y lo repasas una y muchas veces, como si moldearas con tus manos la bola de arcilla.) A lo mejor ves pasar a una persona. Observas la cabeza. Te parece redonda, casi como una bola redonda de arcilla. Ahora comienzas a moldear la bola dándole forma de cabeza, tal vez una cabeza más bien redonda, humorística o arrogante, de acuerdo con tu estado de ánimo. Poco a poco empiezan casi a formarse solos sus rasgos. (Y así, con tu lápiz, siempre suavemente, tu masa redonda comienza a adquirir forma. En su expresión más sencilla una cabeza es hasta cierto grado esférica; y al agregar un poco aquí, borrar ligeramente allá, los rasgos van insinuándose.) Notarás que hasta aquí hemos establecido lo fundamental de la actitud, actitud desinteresada, casi como la del niño que juega. Ninguna conciencia de tu propio yo: al olvidarte de ti mismo te hallarás a ti mismo. Ahora estudia lo que has dibujado; cambia, busca en qué sitios la cabeza, hasta donde ha progresado, una mera sugerencia de masa, necesita que se acentúe esta prominencia o que se rebaje aquella, y así sucesivamente, respondiendo siempre a lo que verdaderamente sientas. A continuación borra suavemente casi todo, dejando apenas los trazos más tenues de los contornos que al final decidiste. Tu lápiz pedirá que lo reafiles… Su aguda punta, cuando lo sostengas muy, muy delicadamente, será la punta de tus propios nervios; lo sentirás, casi lo oirás rascar el grano del papel conforme repasas los contornos, sintiéndolo todo el tiempo, enfatizando aquí, trazando más suavemente en otro sitio. Delinea el cabello con el peinado más sencillo que te imagines. No te preocupes de la expresión de los ojos; bástete señalarlos más altos o más bajos según te diga tu subconsciencia. Y continúa: nariz, boca, orejas, cuello… Sí, terminaste tu primer dibujo. Tú, que no sabías que podías hacerlo. Pronto ensayarás de nuevo, leyendo artículos y libros sobre temas como el dibujo, la pintura y la historia del arte. Un día posiblemente encuentres a alguien que te anime y te guíe. Y en todo el proceso te sentirás más feliz y tu vida se habrá enriquecido.
Toda línea, toda forma, todo color es en sí bello, lleno de posibilidades potenciales para crear belleza. Son la selección y la composición de estos elementos lo que puede producir algo que es bello o algo que no lo es. “Todas las cosas en sí son buenas”, le oí decir a Don Antonio Caso en una conferencia. Es en el uso que hacemos de las cosas, la selección, la manera de combinarlas… Y lo mismo con nuestros semejantes. El artista que habita en ti aprenderá a seleccionar y arreglar… a crear armonías y contrastes que harán de tu vida una vida bella; una vida más bella cada día, conforme aprendas ese otro arte, el arte sublime de vivir tu vida.
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